Jueves 20 de Septiembre del 2012
Al Pueblo de México
Al Pueblo de Estados Unidos de América.
A la sociedad civil internacional.
Seis años han pasado desde que Felipe Calderón tomó posesión en medio de un halo de duda e incertidumbre sobre el proceso electoral que lo llevó a la presidencia, seis años han pasado desde que lo vimos en televisión propagando un discurso de odio que anticipaba lo que hemos vivido durante todo su sexenio: un gobierno cuyo sello ha sido la exaltación de la violencia, de la impunidad y de la complicidad. Seis años han pasado desde que Felipe Calderón declaró la guerra contra lo que él y el gobierno que encabeza llamaron crimen organizado. Hace seis años que este país tuvo que enfrentar las decisiones autoritarias de un gobierno autoritario que pese a los múltiples llamados de la sociedad civil para que esta guerra termine, sigue empecinado en que sembrar violencia y cosechar violencia es la estrategia correcta para conducir a este país a la paz. Ahora los poderes fácticos de este país pretenden condenarnos a otros seis años de guerra con Enrique Peña Nieto, quien también se ha caracterizado por un discurso violento, que justificado en un Estado de Derecho inexistente, ha sido responsable por perseguir, violar y asesinado a quienes se le han opuesto, tal como sucede con nuestros compañeros de Atenco quienes han vivido en carne propia la represión sistemática de Enrique Peña Nieto.
Una guerra dice Elias Canetti, es una guerra porque incluye muertos en el resultado, una guerra, dice un sobreviviente de la Masacre de Cadereyta, es la cancelación de todo derecho, empezando por el derecho fundamental a la vida.
Y esta es un guerra en la que los que no han faltado han sido los muertos, en la que los derechos han sido cancelados, todo, paradójicamente en nombre de la legalidad, todo justificado bajo el argumento de que la guerra es entre dos facciones, que la guerra sólo cobra las vidas necesarias, que los muertos, los desplazados, los desaparecidos, los obligados a vivir en un clima de violencia generalizada en regiones donde gobierna el binomio Estado-Narcotráfico, son apenas daños colaterales, costos necesarios en la búsqueda de la paz.
Nosotros rechazamos esto, todos nosotros, la sociedad en general, somos víctimas, no somos «daños colaterales», no aceptamos esa condición porque ésta exonera de responsabilidades a quienes nos han obligado a vivir en este estado de excepción, a quienes han sido cómplices por cerrar los ojos y suprimirnos, por desconocernos, por matarnos, secuestrarnos, desaparecernos y desplazarnos una y otra vez con su política de muerte.
80,000 muertos, 30,000 desaparecidos, 250,000 desplazados de manera forzada, 20,000 huérfanos y 5,000 niños asesinados. Todos victimas de decisiones tomadas a espaldas de la sociedad, todos víctimas de un estado que ha pasado de incompetente a cómplice.
Por esto es que reconocemos el trabajo que ha llevado a cabo el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, que con su labor ha evidenciado este estado de guerra que se vive en México, que ha evidenciado cómo el gobierno mexicano no sólo no reconoce a las víctimas de esta guerra sino que además las niega, las criminaliza y las reprime.
Nosotros somos los luchadores sociales que se han opuesto a esta guerra, los que hemos sido asesinados: somos Josefina Reyes Salazar, somos María Magdalena Reyes Salazar, somos Elías Reyes Salazar, somos Luisa Ornelas Soto, Julio César Reyes Reyes y Rubén Reyes Salazar; somos Isela Hernández Lara y Susana Chávez, somos Marisela Escobedo y su hija Rubí; vivimos el hostigamiento constante junto a Norma Andrade; somos las periodistas Marcela Yarce, Rocío González y Regina Martínez; todos somos Ostula, somos Pedro Leyva y José Trinidad de la Cruz, Somos las comunidades autónomas de Chiapas, de Oaxaca, de Guerrero, somos Cherán; somos Nepomuceno Moreno del Movimiento Por la Paz con Justicia y Dignidad, somos todas las niñas, las jóvenes y mujeres victimas de feminicidios en Ciudad Juárez y el Estado de México; estamos desaparecidos junto con Jesús Israel Moreno, Joaquín Carmona, Eva Alarcón, Marcial Bautista y Ruy Salgado.
También somos heridas abiertas, somos estudiantes muertos: somos los normalistas de Ayotzinapa Gabriel Echeverría, Jorge Alexis y Edgar David Espíritu; somos Adriana Morlet y Arturo Lavín, somos Javier Cortés Santiago y Alexis Benhumea Hernández, somos Noel Pavel González González y Carlos Sinuhé Cuevas Mejía y somos Juan Francisco Sicilia.
Esta noche, aquí a las puertas de la embajada del país que más guerras a arrastrado en su historia, del que mas civiles ha convertido en víctimas, del que más armas atesora, aquí frente a ellos exigimos que dejen de promover esta guerra, de impulsarla con los acuerdos que violentan nuestra soberanía como el ASPAN o la iniciativa Mérida, que dejen de ser cómplices al introducir armas a México como en el operativo rápido y furioso, que cancelen los acuerdos de cooperación que les permiten, de manera impune, realizar operativos en nuestro territorio, venimos a decirles que no somos una estrella más en su bandera; que no somos parte de su seguridad interna, que no aceptamos que nos exporten su violencia.
Hacemos un llamado al pueblo norteamericano para que se solidarice con nosotros y los pueblos del mundo que han sido víctimas de esta política de guerra, para que juntos construyamos la paz. No hay heroísmo en asesinar a los niños, las mujeres y a las víctimas de un sistema de exclusión y muerte.
Estamos convencidos de que no puede haber paz autentica sin democracia, justicia y dignidad; en este camino, en el que los pueblos mexicano y norteamericano se han hermanado andando juntos en la Caravana por la Paz en Estados Unidos, hacemos un llamado a la sociedad civil para que estos diez días por la paz sean el inicio de un proceso de transformación profunda que construya ese otro mundo que deseamos.
Queremos hacer que este grito de todos se convierta en una sola voz que se escuche más fuerte que las balas, que haga callar las botas militares, que rompa con el estruendoso silencio del miedo, que sea más fuerte que los toques de queda, que nos alcance a todos, que se una voz libre que despierte el deseo de una paz justa y digna.
Esta luz que encendimos desde el 11 de mayo y que simboliza nuestra esperanza, hoy la compartimos con ustedes compañeros del Movimiento por la Paz para arder juntos y juntos iluminar esta obscuridad.
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